PROSA PARA UNA BIOGRAFIA BREVE

  Hace mucho tiempo, tal vez mucho más del que se cuenta que hace, las plazas inauguraban todos los dias las mismas paraleidades, los mismos rostros, las mismas sucesiones y contornos; mi padre me mentía por toda su generación, porque yo todavía no inventaba las mentiras de la mia, la gente empezaba del otro lado de la puerta y la vida del otro lado de mi, las babosas eran únicamente las que habían comido los ojos de la tortuga, las colchas de la cama inmensos prados con flores arrancables a tijeretazos, universalizar era cruzar la esquina y acariciar perros.

  Un día oí golpes de puertas cerrándose, pero no pude saber de donde venían. Fue la primera vez qe vi los relojes en las paredes, ninguno llevaba el mismo ritmo que el otro, se contradecían irremediablemente y a mi me divertía jugar con sus cuerdas y sus agujas hasta que las manos me sangraran, sólo que de vez en cuando los ruidos se repetían acentuándose casi imperceptiblemente la cercanía entre uno y otro y la crueldad de los juegos.

  Mi pelo abandonó hebillas y rodetes y mi padre siguió creyendose sus mentiras; las babosas comenzaron a hablar y cruzar la esquina fue el primer paso del suicidio diario.  Las puertas dejaron de golpear cerrándose definitivamente, y yo interrumpí mi juego para buscar las llaves.  Claro que los relojes siguen sin dar jamás la misma hora, ni el minuto, ni el segundo y yo sigo sin encontrar siquiera la ubicación de las puertas.

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