La ilusión por devastación

Por Maximiliano Sacristán

Sábado 1 de Junio: 5:30 pm. En camino a la Calle de la Luna
Esos vagones plateados que trajeron en 2008 desde Portugal, sí, yo los he visto desangrarse. Llegaron cansaditos pero enteros, con todas sus ventanillas, con sus cartelitos en tres idiomas de un "prohibido fumar" que nadie traduce. Pero con los años la depredación homoerectoide los han ido sacando de combate uno a uno.
Me asomo a las vías con la desconfianza del perro apaleado, pero esta tarde de fiebre sabatina, cuando miro en lontananza hacia el idílico Este, una luz se refulge al final del camino. Sí, es la esperanzadora luz del tren que viene, no en horario, claro, pero qué son 10 minutos de atraso para la devastación ferroviaria, ¡si hasta debería agradecerle a San Pedraza que todavía funcione! (Han sacado su estampita-afiche de las paredes, un santo en desgracia.) Cuando el tren llega a la estación, noto que las formaciones que hasta hace dos meses eran de tres vagones, y que desde la semana pasada eran de dos, ahora es de uno... Un solo vagón, sin guarda ni policía de la federal, solamente nosotros apiñados en el único espacio sobreviviente, y los siempre misteriosos maquinistas a quienes jamás les hemos visto la cara, bien encerrados en la cabina enrejada.
Pienso que a menos vagones, más velocidad para la locomotora: vamos apretujados, pero más rápido... Cálculos boludos de una mente del subdesarrollo... En fin: que el tren avanza. Me acuerdo que últimamente los vagones se sacudían mucho, los barquinazos medio que julepeaban, no como en el Zamba, acá la diversión de zarandearnos traía inquietantes postales de Once... Me digo: bueno, estarán en reparación, mejor prevenir que pagar juicios.
Y mientras el servicio Diesel cruza la llanura, siento que con la devastación del tren que se achica, estoy ahí nomás de cumplir mi ilusión de viajar en la locomotora, no adentro de la cabina, sino en ese pasillito con baranda al borde del abismo, como en "Escape en Tren", pero sin nieve. Como en los aviones, que por sobreventa de pasajes te dejan mirar de cerca a los pilotos. Pero los muchachos de La Fraternidad no te sonríen como el comandante de American Aerolines en pleno aviso publicitario, no: las reivindicaciones laborales no le dejan margen para hacer realidad la ilusión de un pasajero. ¿Y si espero y espero y espero, llegará el día que me digan "esta locomotora era para vos, gil, podías subirte sin pedir permiso, ahora vamos a sacar el freno de mano"? Fantasías kafkianas por el influjo de la Luna.
Bajo, el olor a pasto recién cortado y las inmediaciones de la Calle de la Luna hacen que me olvide del tren, trocando su mundo por otras ilusiones pendientes.  

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