En la ruta




Era un tipo encorvado
flaquísimo
y rengueaba de la pierna izquierda.
Tenía un puesto de bondiola
en la ruta 5
a la altura de Suipacha.

“¿Qué le sirvo, jefe?”

Paramos dos o tres veces
yendo de pasada a Chivilcoy
a buscar engranajes para revender
en Warnes.  

“En las buenas hay que ser prudente
y no cebarse demás
porque si te confiás
volás muy alto, ¿no?
demasiado alto volás
y cuando te sueltan la mano
-siempre algún hijo de puta te va a soltar la mano,
sabés-
te estrolás”.

El carro estaba debajo de unos eucaliptos
pero alguien los había podado
y el sol pegaba directo
sobre las chapas.

“Algo te rompés seguro
ni hablar
y a veces se puede
y otras no se puede arreglar
aunque después todos se compadezcan
cuando te vean llorar”.

Cortó un pedazo de carne
y lo empujó dentro del pan.
Después soltó una puteada por lo bajo
y regresó al mostrador arrastrando la pierna
agitado.

“Son treinta pesos,
gaucho;
ahí tenés criolla y chimichurri
si querés”.

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